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jueves, 21 de julio de 2011

REFLEXIONES SOBRE CÓMO DEJAR DE VENDER GASOLINA Y COMENZAR UNA PELEA




Por  Rodrigo Villegas para Cinema Weblog.

El Club de la Pelea (Fight Club, Estados Unidos, David Fincher, 1999), a 12 años de su estreno.

Hace ya más de 10 años apareció El club de la pelea en las salas cinematográficas de todo el mundo. Su violencia, su crítica y su original estilo estético que recordaba a la Generación X, entre muchos otros motivos, la hicieron un éxito comercial y le dieron un lugar especial en la memoria cinematográfica universal. Con la industria fílmica de Hollywood como respaldo, Fight Club fue difundida mundialmente superando todos los niveles de censura, lo que dio como resultado una película comercial que esparcía el pesimismo, la desilusión y la desesperanza contestataria a nivel global; pero, en forma de mercancía….
A más de una década de distancia, luce pertinente destacar los puntos que la película criticó a la sociedad de consumo –siendo un producto que generó millonarias ganancias dentro de su mismo juego–, ante la interminable búsqueda de lo auténtico en la actualidad cinematográfica, tan sumergida en mercadotécnicas flores de un solo día. De esa manera, es imposible negar que el pilar argumental de El club de la pelea es el rechazo a esta sociedad de consumo.
El Narrador (Edward Norton) vive desencantado ante el mosaico de vida que ésta le ofrece. No tiene satisfacciones, pero es correcto. Sólo se ha dedicado a seguir las metas generales de la sociedad: graduarse, tener trabajo, departamento, y continuar adquiriendo nuevas posesiones. Recordemos su departamento.
El individualismo, uno de los “beneficios” de esta sociedad, es una cuestión que incomoda desde el inicio al protagonista de esta película. Observamos esta situación en la secuencia en la que se nos muestra que Narrador tiene que viajar constantemente en avión por su trabajo. Vemos planos medios en esta secuencia, con tomas intercaladas de Norton y de distintos productos. Él mismo comenta:

A donde quiera que yo viaje la vida es diminuta. Azúcar y crema en porción individual. Manteca individual. El paquete Cordon Bleu para microondas. Shampoo acondicionador en uno. Paquete muestra de enjuague bucal. Jaboncitos individuales. Los amigos que encuentro en cada vuelo son amigos para un solo uso. Entre despegue y aterrizaje estamos juntos. Es todo el tiempo que tenemos.[1]

El esquema de una sociedad de consumo que atosiga y produce malestar es una constante en toda la película, tanto en el Narrador como en todos los personajes que van integrándose a los clubes de pelea. El insomnio y la narcolepsia en estos viajes le hacen engendrar a Tyler Durden (Brad Pitt, claro).
Éste es la personalidad reprimida del Narrador, que cuestiona todos los absurdos a los que la sociedad occidental contemporánea ha llegado. No tiene un empleo estable, pero sobrevive. Intenta “despertar” a la gente con las peleas en la calle y con las tareas del Proyecto Caos, que quienes las realizan lo hacen como reacciones ante un mundo que obliga a dejar de luchar por una vida más satisfactoria y plena, y a sólo obtener un acomodo para sobrevivir. Tyler dice respecto al club de la pelea:

Veo en el club a los hombres más listos y más fuertes. Veo tanto potencial, y veo que se desperdicia. Dios mío, una generación completa vendiendo gasolina, sirviendo mesas, esclavos con cuello blanco. Los avisos nos hacen desear tener coches y ropas. Hacemos trabajos odiosos para comprar lo innecesario. Hijos medios de la historia. Sin propósito ni lugar. Sin Gran Guerra. Sin Gran Depresión. Nuestra Gran Guerra es espiritual. La Gran Depresión son nuestras vidas. Hemos crecido con la televisión y nos han hecho creer que seremos millonarios y dioses de la pantalla y el rock. Pero no es así. Lo vamos aprendiendo de a poco, y estamos muy disgustados.[2]



Los diálogos tienen correspondencia, a su vez, con las acciones que realizan los dos actores que interpretan a Tyler. Todas las acciones del Proyecto Caos pretenden restar poder al consumismo y a la manera de vivir de la sociedad contemporánea. Después de entender y cuestionar a esta forma de sociedad, Narrador dice: “Me daban pena los tipos en un gimnasio queriendo ser lo que Calvin Klein o Tommy Hilfiger les indicaran”.[3]
Y así, de principio a fin observamos esta respuesta activa a los hábitos consumistas, como en la secuencia con que culmina el filme, donde Marla (Elena Bonham Carter)  y el Narrador se toman de la mano, y en profundidad las explosiones desmoronan enormes edificios, al tiempo que escuchamos Where is my mind de Pixies, para que de esta manera, numerosos tarjeta-habientes sean liberados de pagar cuentas interminables.
De esta forma, la vida del personaje de Edward Norton exigió un cambio, el cual lo hizo engendrar un némesis en su propio cuerpo: Tyler Durden…
El club de la Pelea a 12 años de su estreno.







[1] Voz en off de Narrador (Edward Norton) en El Club de la pelea (Fight Club, David Fincher, Estados Unidos, 1999).
[2] Diálogo de Tyler (Brad Pitt) en Ibid. (Fight Club, David Fincher, Estados Unidos, 1999).
[3] Monólogo de Narrador en Ibid (Fight Club, David Fincher, Estados Unidos, 1999).